El impacto del espacio construido que nos rodea
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El impacto del espacio construido que nos rodea

Angela Müller
Arquitecta
Parra Müller Arquitectura de Maternidades

El museo Guggenheim de Bilbao ofrece una exposición permanente de Richard Serra, un artista americano y uno de los escultores más grandes del siglo XX. Bajo los títulos Torsión elíptica, doble torsión elíptica y serpiente no sabía lo que iba a encontrarme antes de entrar: unas planchas de acero de un enorme tamaño y peso, colocadas de modo que se sostienen solas sobre el suelo de la gran sala. Son esculturas que ofrecen “experiencias espaciales”, reza el cartel.

Entro en la primera de ellas y comienzo a caminar hacia el interior de lo que parece ser la “serpiente”. Rodeada por estas increíbles planchas de acero, con una altura de unos 3-4 metros, primero me siento pequeña. Despacio me voy acercando hacía el interior de la increíble escultura, sin saber lo que me espera. Camino y las planchas se van cerrando y abriendo, torciéndose en mi camino. Me alejan del ruido de la sala, y estoy desconectada del exterior. De repente me paro porque noto que me incomodo. Soy consciente de que he dejado de tener referencias del entorno. No hay nada conocido, las planchas me rodean con su enorme peso, sin ofrecerme ni una línea recta, todo está inclinado. Comienzo a sentir algo parecido a un mareo. Dudo si avanzar o darme la vuelta. Gana la curiosidad y sigo. Sin saber lo que me espera sigo avanzando, cada vez con más cuidado, observando esas sensaciones que me invaden. Llego “al final” al centro de la serpiente, a un espacio circular y abierto y noto que me sale un suspiro. No soy claustrofóbica, más bien es un vértigo que no había sentido antes. ¿Cómo es posible que un espacio te puede marear así en tan poco tiempo?

Como arquitecta sé que el espacio nos impacta. Y esta instalación nos acaba de mostrar hasta qué punto nos puede influenciar físicamente. No hace falta estar en una montaña rusa o sobre un suelo que se mueve para marearse. Nuestro cuerpo, al estar en un espacio sin referencias pierde el equilibrio, y hace que nos mareemos, querer sentarnos en el suelo y cerrar los ojos para recobrar la estabilidad.

Intento relacionar esta experiencia con otros espacios construidos que conocemos: los centros comerciales, que están diseñados para desconectarnos del espacio exterior, perder más fácilmente la noción de tiempo y entregarnos con más facilidad al proceso de consumo. Pasado un tiempo a algunas personas nos suele invadir la sensación de estar encerradas, a menudo es nuestro cuerpo que nos indica que tiene suficiente, que prefiere salir al aire libre. Es ni más ni menos el impacto del espacio construido, en este caso es un diseño intencionado para aumentar el consumo.

Reflexiono acerca de los hospitales, y recuerdo lo que cuentan los profesionales cuando salen después de un largo turno del hospital: que les encanta ese primer momento de salir al aire libre y que, de manera intuitiva, respiran profundamente al volver a la calle, la cuidad, al exterior amplio. En este caso el impacto del diseño no es el deseado ni intencionado. Un hospital debería ser un lugar agradable en vez de un laberinto que nos recuerda que estamos enfermos.

Hace un tiempo realizamos una entrevista a una matrona de un hospital de Barcelona para saber más sobre el impacto que puede llegar a tener el espacio construido. El área de maternidad donde ella trabaja se encuentra bajo el nivel de calle y no cuenta con luz ni ventilación natural. Las consecuencias para ella y su equipo que trabajan en turnos de 12 horas son variados, pero sin duda les afecta a todas: “La falta de luz, confort acústico y ventilación nos provoca síntomas físicos que hemos registrado en múltiples ocasiones, como dolor de cabeza, sequedad de piel y mucosas, ralentización de las funciones mentales... Consideramos que nos afecta poco en la asistencia que damos porque al ser conscientes de ello hemos generado mecanismos adaptativos y de corrección. Abrimos las puertas de acceso para mejorar el intercambio el aire, nos sobre hidratamos, y nos damos apoyo unas a otras”, nos comentaba.

Y este espacio, ¿cómo afecta a las mujeres y sus acompañantes? - “A veces, las mujeres pasan 36 horas seguidas en ese ambiente, más incluso si se trata de mujeres de alto riesgo que precisan un control estricto o un ingreso para perfusión de medicación. Pueden estar más de 20 días en esas instalaciones. Para ellas, ideamos ratos de paseo en silla de ruedas, vigiladas en todo momento por nosotras si la situación nos obliga. No está contemplada en absoluto la necesidad de aire fresco y luz natural que tienen estas pacientes, que son críticas, y por ello adaptamos nuestras rutinas para ofrecérselas. Nadie duda de las necesidades de los pacientes críticos en general. Ellas lo están y no se ha valorado en ningún momento.”

En el contexto de las enfermedades raras, aunque son diferentes y variadas, todas ellas tienen un denominador común: el camino al diagnóstico, a menudo largo y lleno de obstáculos. Este camino muchos lo describen como una suerte de “maratón” que puede durar años, y suele implicar numerosas visitas a diferentes consultas, hospitales, centros de diagnóstico, etc. Los pacientes de enfermedades raras y sus familias seguramente son expertos en analizar espacios de espera, consultas y otras salas de hospitales. Y se preguntarán muchas veces por qué los hospitales son tan poco agradables, incluso inhóspitos, con lo sencillos que son algunos detalles que podrían facilitar la experiencia habitual de usar un edificio sanitario.

Cuando hablamos de humanización de los espacios hospitalarios, hablamos de asegurar que el espacio que se diseña y construye no nos haga sentir peor. Para ello, un espacio adecuado es esencial. Nos puede transmitir sensación de cuidado, de calma, ofrecernos lugares para evadirnos, para relajarnos dentro de una situación estresante y complicada.

El futuro de nuestros hospitales pasa por una reconversión de sus espacios, bajo el enfoque de la humanización de los diseños y entornos. El ambiente y lo que desde él se transmite incide claramente en su estado de ánimo, favoreciendo o ralentizando la propia recuperación de los pacientes. Necesitamos “ambientes positivos”: con luz y ventilación natural, relación con el exterior, elementos y materiales naturales, acústica favorable, olores agradables, espacios de relación, colores, juegos infantiles, etc. La integración del exterior, a través de patios o jardines, cobra un especial interés como elemento terapéutico, en la mayoría de los pacientes, sobre todo, los infantiles. Pensar, por ejemplo, en salas de espera con espacios exteriores no debería ser tan inusual.

La arquitectura y la salud son inseparables. La Neuroarquitectura es la rama de conocimiento científico que lo estudia, y lleva ya varios años demostrando que un entorno adecuado genera una respuesta positiva, directamente relacionada con el bienestar, y por tanto la salud.

La exposición de Richard Serra me permitió, de nuevo, experimentar hasta qué punto nos puede afectar físicamente un espacio. Recomiendo visitar Bilbao y sentir esta obra.